
Prólogo: como dejar de quejarse, mi experiencia personal
Si, quiero admitirlo: en mi vida me he quejado alguna vez.
En esos momentos, sin embargo, no siempre era consciente de hacerlo.
¿Te quejas tú? ¿Con qué frecuencia?
Responder a esta pregunta es el primer paso para poder dejar de quejarse: entender si te quejas, con qué frecuencia (y cómo) lo haces.
Sí, puede sonar extraño y, sin embargo, cuando uno se queja, sucede que no se da cuenta o, alternativamente, disfraza inconscientemente la queja como una «declaración de hechos» normal.
Por lo tanto, uno no se siente pesimista o negativo, sino simplemente objetivo.
No darse cuenta de que uno se está quejando es, por tanto, mucho peor que quejarse en sí.
Por la sencilla razón de que uno no percibe los efectos negativos que esta actitud provoca en uno mismo (y en quienes le rodean) generando, como veremos enseguida, el riesgo añadido de «acostumbrarse a quejarse».
Evidentemente, si no nos damos cuenta de que lo estamos haciendo (o si trivializamos el fenómeno, pensando que no nos afecta tanto), no podemos ni pensar en buscar una solución para dejar de quejarnos y sentirnos mejor con nosotros mismos y con los que nos rodean.
Hoy, recordando mi pasado, puedo decir que solía quejarme (eso sí, estaba «especializado» en hacerlo sobre algunos temas concretos, afortunadamente no siempre y nunca de forma genérica sobre cualquier cosa que no fuera bien).
Es curioso observar cómo el fenómeno de la queja puede presentarse de diversas formas.
En mi caso, en algunas situaciones, me quejaba en un tono a veces irónico, incluso considerándolo algo ‘bonito’ de hacer, una especie de ‘exorcismo pintoresco de lo que iba mal’.
Desgraciadamente, por mucho que quisiera disfrazar mis quejas con un tono «jocoso», se quedaban en eso y a la larga no influían positivamente en mí (ni en quienes se encontraban escuchándolas).
Antes de contarte lo que hice para dejar de quejarme (si tienes prisa lo puedes leer – en forma de guía – dándole aquí ) es importante que te des cuenta (y admitas) que te estas quejando.
Cómo entender si te estás quejando
Por lo tanto, veamos primero cómo saber si te estás quejando.
Estos son algunos de los signos típicos de la queja:
Focalización en las dificultades:
uno se centra en los aspectos negativos que nos provoca un determinado hecho o situación, exaltándolos e incluso extendiéndolos a otros ámbitos, en lugar de ignorarlos o minimizarlos
Repetición:
uno repite constantemente su queja sobre un tema concreto cada vez que surge la ocasión, a veces buscando una oportunidad para hablar (y por tanto quejarse) de ello.
Conversaciones monotemáticas negativas:
las conversaciones giran constantemente en torno a temas negativos, sin espacio para temas más ligeros o positivos.
Absolutización:
se suelen utilizar expresiones como «siempre es así» o «es una situación que no puede cambiar» o «todos son así».
Falta de solución:
la queja no suele ir acompañada de la búsqueda de una solución, se da por hecho que no existe. Si se ha analizado la situación (y de hecho no se puede hacer nada para cambiarla) se tiende a comentar esta falta de soluciones a pesar de haber intentado buscarlas.
Falta de aceptación:
la situación negativa de la que uno se queja es absolutamente intolerable, no se plantea ningún tipo de «adaptación».
Por qué nos quejamos (y qué expresa la queja)
Quejarse es un comportamiento complejo y puede ser el resultado de una variedad de motivaciones y necesidades, a veces puede estar originado por una combinación de diferentes factores.
A menudo subyace al lamento una forma instintiva e inconsciente de autodefensa (está bien defenderse, pero está mal hacerlo quejándose).
He aquí algunas de las razones más comunes por las que la gente se queja:
Expresión de frustración:
Quejarse puede ser una forma de expresión de frustración o insatisfacción ante una situación que no satisface las expectativas o se percibe como injusta.
Búsqueda de solidaridad:
Quejarse puede ser una forma de buscar la validación y la solidaridad de los demás. Las personas pueden tener la esperanza de que quejarse les unirá a otros que comparten las mismas experiencias o sentimientos.
Descarga emocional:
Lamentarse puede servir para descargar emociones negativas. Expresar las propias preocupaciones puede ofrecer una sensación de alivio temporal, aunque no resuelva el problema subyacente.
Atracción de la atención:
Algunas personas se quejan para llamar la atención. Quejarse puede convertirse en una forma de ganarse la simpatía o el interés de los demás.
Evitar la responsabilidad:
Quejarse puede ser una forma de evitar la responsabilidad personal. A menudo, las personas atribuyen sus problemas a otros o a circunstancias externas en lugar de asumir la responsabilidad de sus propias acciones o elecciones.
Comunicación ineficaz:
Algunas personas pueden utilizar la queja como principal medio de comunicación, careciendo de la capacidad de expresar sus necesidades o preocupaciones de forma clara y directa.
Búsqueda de ayuda:
Quejarse puede ser una forma de buscar compasión o ayuda. La gente espera que quejarse lleve a otros a ofrecer apoyo o soluciones a sus problemas.
Hábito psicológico:
En algunos casos, quejarse puede convertirse en un hábito psicológico. Las personas pueden desarrollar un patrón de pensamiento negativo habitual que se manifiesta a través de la queja.
Búsqueda de validación:
La queja puede ser el resultado de la búsqueda de validación de las propias experiencias u opiniones. Las personas pueden quejarse porque quieren sentirse reconocidas o sentir que su perspectiva es válida.
Falta de habilidades de afrontamiento:
En situaciones estresantes o difíciles, algunas personas pueden carecer de habilidades de afrontamiento eficaces, recurriendo a la queja como estrategia de afrontamiento.
Los ilusorios efectos positivos de quejarse (a corto plazo)
Quejarse, como hemos visto, puede tener una función de autodefensa y generar así un breve periodo de alivio emocional, actuando como válvula de escape para la presión acumulada.
Cuando uno se queja, expresa su frustración o malestar, lo que permite liberar temporalmente las tensiones internas.
Es como si el lamento actuara como válvula de escape de las emociones negativas, creando momentáneamente un espacio de calma emocional. Este breve alivio puede conducir a una sensación de ligereza o liberación momentánea.
Gratificación inmediata:
Quejarse puede conducir a una gratificación inmediata en forma de atención, simpatía o apoyo de los demás.
Cuando expresamos nuestras quejas, podemos esperar recibir simpatía o solidaridad de los demás, ofreciendo así una gratificación inmediata a nuestra necesidad de conexión social y apoyo.
La simpatía de los demás puede proporcionar una sensación momentánea de consuelo, creando una interacción social basada en dificultades compartidas.
Deshacerse de una carga: el encanto ilusorio de la transferencia de responsabilidades
Quejarse también ofrece una salida aparente del sentido de responsabilidad personal. Cuando la gente se queja, suele atribuir su malestar a factores externos, personas o circunstancias, trasladando temporalmente la carga de la responsabilidad personal.
Este acto de transferencia puede crear la ilusión de alivio, ya que la culpa parece caer fuera de nosotros mismos. Sin embargo, es importante señalar que esta liberación suele ser temporal y no aborda de forma constructiva la raíz del problema.
Los efectos negativos (a largo plazo) y el riesgo del hábito de quejarse.
Por desgracia, aunque quejarse puede ofrecer inicialmente una sensación momentánea de alivio, conlleva una serie de efectos negativos a largo plazo que pueden afectar profundamente a la calidad de vida de una persona (y también influir negativamente en las personas que le rodean).
Además, quejarse puede convertirse en un hábito peligroso, arraigado en la vida de cada uno como algo «natural» e incluso «necesario».
Exploremos los impactos duraderos de quejarse en varios aspectos de la vida cotidiana.
Quejarse no cambia la realidad: es un ciclo interminable de insatisfacción
Uno de los principales efectos negativos a largo plazo de la queja es su incapacidad para cambiar la realidad subyacente. Quejarse puede actuar como un mecanismo temporal de desahogo, pero no aborda las raíces de los problemas.
En lugar de buscar activamente soluciones, los quejosos pueden quedar atrapados en un ciclo interminable de insatisfacción, ya que la queja en sí no conduce a un cambio tangible.
Quejarse nos convierte en «estúpidos»: la limitación del pensamiento positivo
Un efecto sorprendente de quejarse a largo plazo es su tendencia a limitar el pensamiento positivo y creativo. Al centrarse constantemente en los problemas en lugar de en las soluciones, el cerebro puede adaptarse a un patrón de pensamiento negativo, reduciendo la capacidad de encontrar enfoques innovadores a los retos.
Esto puede conducir a una incapacidad para adaptarse y resolver problemas con eficacia.
La autocomplacencia perjudica la salud: estrés crónico y problemas físicos
Numerosas investigaciones han demostrado que la queja crónica está relacionada con problemas de salud a largo plazo.
El estrés emocional constante asociado a la queja puede contribuir a problemas cardíacos, trastornos del sueño, debilitamiento del sistema inmunitario y otras afecciones físicas. La acumulación de estrés puede tener impactos significativos en la salud general de una persona.
La autocomplacencia daña las relaciones: Desánimo y desapego social
La queja crónica puede ser desalentadora para las personas cercanas al individuo que se queja constantemente. La energía negativa asociada a la queja puede dañar las relaciones personales y profesionales, provocando desapego social. Las personas pueden evitar compartir sus experiencias o buenas noticias, temiendo una respuesta negativa o una queja incesante.
Lamentarse se centra en acontecimientos negativos: profecía autocumplida
Un fenómeno conocido como «profecía autocumplida» se asocia a menudo con el lamento crónico. Esto significa que cuando uno se centra constantemente en sucesos negativos, se vuelve más propenso a percibir el mundo de forma negativa, lo que hace más probable que los sucesos negativos ocurran realmente.
Lamentarse crea una espiral descendente en la que la perspectiva negativa puede influir en acciones y decisiones, contribuyendo a la realización de miedos y preocupaciones.
Guía: cómo dejar de quejarse en 5 sencillos pasos
Aquí llegamos a lo que considero la parte más importante de este artículo: cómo actuar y qué puedes hacer realmente para dejar de quejarte inmediatamente.
1) Tomar conciencia del daño que causa
Hemos visto una lista de los daños que causa quejarse, por lo que para dejar de quejarse es importante que seas consciente de que estos efectos negativos también te afectan personalmente y te afectan ahora.
De esta forma podrás encontrar la motivación adecuada para actuar y ponerle remedio inmediatamente.
Sentir miedo a empeorar o a destruir irreversiblemente tus relaciones (personas que se alejarán de ti -para siempre- porque sigues quejándote) puede ser, por ejemplo, un buen punto de partida. Piensa en el malestar que te causaría una situación así y utilízalo para reaccionar y dejar de quejarte sin perder tiempo.
2) Comprende que quejarte es una forma instintiva de autodefensa (errónea) de tu mente.
No te sientas mala persona por haberte estado quejando hasta ahora: como ya hemos visto, quejarse es una forma de autodefensa y, aunque equivocada, ha tenido -al menos- sentido hasta ahora en tu vida.
Ahora, sin embargo, sé consciente de que tienes la voluntad, la necesidad (y también la posibilidad) de dejar de quejarte siguiendo las siguientes instrucciones.
3) Observa y analiza objetivamente cómo es tu impulso de quejarte
Observación objetiva:
Tómate un momento para observar objetivamente tu comportamiento. Intenta ser sincero contigo mismo sobre la frecuencia con la que te quejas en un día o en determinadas situaciones.
Identifique los factores desencadenantes:
¿Cuáles son las situaciones o asuntos que con más frecuencia te llevan a expresar quejas?
Tenerlos claros te ayudará a evitar quejarte.
¿Cómo te sientes antes de empezar a quejarte?
Reconocer los sentimientos y emociones que sientes (justo antes de empezar a quejarte) es otro factor clave para reconocer el momento exacto antes de quejarte, pudiendo así parar a tiempo.
Analizar las reacciones de los demás:
Observa cómo reaccionan los demás ante tu lamento. ¿Parece la gente cansada, desinteresada o desanimada después de tus quejas?
¿Te dicen: «Deja de quejarte»? Si alguien te dice esto, aunque creas que te lo dice en un tono «amable» (o si crees que no te estás quejando en ese momento o que se trata de una «queja ligera e inofensiva»), escúchale seriamente.
Considera siempre que la tuya es una queja que tiene un efecto negativo para ti y para la persona que te la señala.
4) Actúa sobre la realidad para encontrar una solución
Como hemos visto, quejarse no cambia la realidad: el verdadero cambio puede y debe empezar por ti.
Tienes la posibilidad de actuar para encontrar soluciones y remedios, así que hazlo.
Si no puedes resolver un problema o una situación por ti mismo, plantéate pedir apoyo a otras personas (que quizá, por su profesión, puedan ayudarte concretamente en función de lo que necesites resolver).
No hay nada malo en pedir ayuda, aunque sea en forma de consejo.
5) Actúa sobre el pensamiento: acepta lo que no puedes cambiar y adáptate (utilizando el «pero»)
En primer lugar, intenta aceptar la situación tal y como es. Aceptar no significa necesariamente estar de acuerdo o contento con la situación, pero reconocer la realidad es el primer paso para afrontarla.
Si lo piensas bien, al fin y al cabo, es la única opción disponible.
El siguiente paso, aún más importante, es adaptarse a la situación que no puedes cambiar.
No puedes cambiar las cosas, pero puedes limitar el daño adaptándote.
¿Cómo adaptarse a una situación o problema que genera malestar?
– Actúe sobre las variables controlables
Aunque no puedas hacer nada para cambiar la situación que te perjudica, puedes aprender a controlar tu reacción y tus emociones.
Empieza a pensar que eres tú quien decide cómo te sientes.
– Cambia de perspectiva
Intenta ver la situación desde diferentes perspectivas. Pregúntate si hay formas alternativas de interpretar la situación o si hay aspectos positivos que quizá no habías considerado.
– Relativiza y minimiza el problema (y agradece lo que hay de positivo en tu vida).
Considera que el problema irresoluble sólo está relacionado con una parte de tu vida y que incluso puede ser temporal. Compara el problema con otros mayores (que no tengas) para restarle importancia y peso.
– Utiliza la palabra clave «pero». Cuando pienses en lo que va mal, añade siempre un «pero».
Por ejemplo: supongamos que vives en un lugar donde siempre está nublado y que este tiempo te perjudica (sientes un malestar físico además de tristeza cuando hay nubes).
Podrías pensar algo así:
«El tiempo encima de mi casa está (casi) siempre nublado y esto, para mí como meteorópata, no es bueno PERO tengo la suerte de vivir en una zona muy bonita con todos los servicios que necesito cerca. Mi casa tiene una gran terraza con una vista espectacular y puedo disfrutar de la vista y de maravillosas puestas de sol. También soy feliz de vivir aquí con la persona que amo».
Como ves, el «pero», sirve para desmontar el problema, enmarcarlo en un contexto más amplio y centrarse en todo lo bonito y positivo que se puede incluir en ese contexto, todo aquello por lo que estar agradecido.
FIN
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